Obtener contrachapado

Para poder disponer de grandes superficies de maderas planas, que no se deformen por la influencia del calor o de la humedad y capaces de ofrecer una resistencia constante y regular, se ideó un sistema consistente en pegar hojas de madera de forma tal que sus fibras se crucen. El contrachapado así obtenido conserva la apariencia y las cualidades de la madera. Las hojas de madera se obtienen por desenrollamiento. La desenrolladora actúa de manera parecida a un sacapuntas. Su poderosa hoja de acero entra en contacto con el madero, que gira frente a ella alrededor de su eje longitudinal, y recorta a lo largo de toda la superficie una inmensa viruta de unos pocos milímetros de grosor que se devana como un rollo de papel. Se eligen troncos de gran diámetro y especies de madera de textura regular. 

La madera más empleada es la de okumé, pero también se utiliza la de pino, de abedul, de roble o de arce. Algunas maderas son buscadas por su coloración o por el dibujo de su veteado. La larga cinta de madera que se obtiene tras el desenrollado se corta a las medidas comerciales del contrachapado: 0,90 x1,50 metros en el caso de los más pequeños y 1,50×2,50 metros en el caso de los mayores. A continuación se efectúa el pegamento. Un panel de contrachapado tiene siempre un número impar de chapas, dispuestas simétricamente con respecto a la chapa central o alma. Las fibras de dos chapas contiguas nunca son páralelas, sino que se cruzan en ángulos de 45°, 60° o, casi siempre, 90°. Para el pegamento se emplean colas sintéticas: la urea formol para las chapas interiores y él fenol para los exteriores. Sólo queda regular los cortes y pulir las superficies. También se encuentra en el mercado un contrachapado cuya alma es una hoja de madera serrada. Las chapas de «fibra» se componen de virutas de madera aglomeradas y pegadas.