Formación de la lluvia

Para que las minúsculas gotas de agua que forman las nubes caigan en forman de gotas de lluvia sobre la tierra es preciso que alcancen un diámetro de uno a cinco milimetros. Lo logran cuando el frio se hace más intenso y también cuando se unen las unas a las otras en el aire agitado por el viento o cuando se encuentran en su caída. Las gotitas de agua de las nubes pesan muy poco y caen a la Tierra a una velocidad aproximada de un centímetro por segundo. Necesitarían casi tres horas para caer desde una altura de cien metros, y una débil corriente ascendente basta para mantenerlas en equilibrio. Aumentan de tamaño cuando se encuentran con un relieve importante, como consecuencia del enfriamiento debido al contacto con una superficie más fría o por la pérdida de calor provocada por el ascenso; también crecen en las regiones de bajas presiones en las que convergen los vientos. 

La velocidad de caída de las gotas más grandes puede alcanzar 8 metros por segundo, lo que significa casi 30 kilómetros por hora. Al chocar con gotas más pequeñas, se las incorporan. En los desiertos, las gotas que caen lentamente de nubes muy altas casi siempre se evaporan durante su descenso y nunca llegan al suelo. Se puede provocar artificialmente la lluvia esparciendo en las nubes cristales de hielo, de yoduro de plata o de plomo, e incluso de cloruro de sodio, nuestra sal de cocina. Las cifras referentes a la cantidad de lluvia caída son muy variables. El récord de lluvia caída durante 24 horas lo tienen las islas de la Reunión, con 1,87 metros. La media anual en el mundo es de 1 metro. Durante el mismo período, Vigo recibe más de 2 metros; Almería, alrededor de 0,2 m; las islas Hawai, 12,36 m, y el desierto de Arica, en Chile, solamente 0,8 milímetros.