Como cosechar Lino

Las pequeñas flores de esta planta herbácea, cuya nota de color sorprende entre las brumas de los países nórdicos, son azules y luminosas. El lino no sólo se cultiva para obtener las fibras finas y largas que se encuentran bajo su corteza, sino también por el aceite que se extrae de los pequeños y aplastados granos, que constituyen su semilla. El lino es una planta exigente que agota la tierra en que crece. Es difícil volver a cultivarlo en un campo antes de haber transcurrido siete u ocho años de la recolección anterior. Gusta de las tierras ligeras y profundas, y prefiere que sean calcáreas. Es originario de Asia y los mejores resultados con esta planta se obtienen en las zonas templadas y brumosas, aunque crezca bajo todos los climas. Tiene numerosas especies, cuya altura varía entre cuarenta centímetros y un metro cuarenta, según que se cultiven por su fibra o por su aceite. 

El lino puede sembrarse en invierno, pero esta operación suele efectuarse en primavera, después de arar en profundidad el campo. La recolección tiene lugar en verano. Una vez recogido, los tallos se dejan a secar en el mismo campo y, más tarde, se recuperan los granos. A continuación, han de enriarse los tallos, de forma semejante a como se hace con el cáñamo, en prados húmedos por el rocío o en las aguas de un estanque o de un río. Las fibras están situadas entre la corteza y la parte leñosa del tallo. Después del enriado ha de practicarse el «agramado»; a continuación, la «trituración»; finalmente, el «espadado». Así puede obtenerse el copo con el que se hacen esas telas frescas y sólidas que, durante siglos, sólo han tenido como competidoras las fabricadas con lana. Las semillas, además de sus aplicaciones medicinales, proporcionan un aceite que se emplea en la fabricación de barnices y linóleos. Si se las tritura, proporcionan una harina con la que se hacen cataplasmas. La U.R.S.S. produce las tres cuartas partes de los copos de lino que se obtienen en el mundo.